
Hay momentos en que la historia parece desdibujar la estructura de clases de una sociedad. Los nuevos roles que asumen en determinados periodos las clases sociales en lo económico, político y cultural pierden momentáneamente el horizonte en el que les toca jugar su propio rol, de ahí que aquellos sectores favorecidos por la coyuntura fácilmente se extravían en un horizonte que en apariencia les pertenece en su integridad y de por vida, García Meza es el ejemplo más dramático de una equivocación tan inútil, empero, no solamente es ingenuo sino que además peligroso. Benedetto Croce que había vivido el fascismo en toda su intensidad durante la espantosa cruzada de Mussolini terminó, finalmente, con una frase lapidaria: "el fascismo –dijo- no fue más que un paréntesis en la historia de Italia". En la boca del célebre pensador y ante una nación aniquilada no sólo por la guerra, sino por el odio y el enfrentamiento interno, la frase resultaba devastadora.
Todas las naciones del planeta en algún momento de su historia sintieron que los horizontes se habían transformado de tal manera que el conjunto de las funciones que cada uno de los sectores sociales ejecutaba, había avanzado de una forma irreversible, y aunque es cierto que en historia no hay retorno, proponerse restituir horizontes visibles y disipar las sombras no necesariamente significa un retroceso, puede ser la búsqueda de un nuevo equilibro en condiciones nuevas y diferentes. Quienes exigen esta transparencia y estos grados de certidumbre no necesariamente son reaccionarios, neoliberales o antidemocráticos. El principio que actúa en el devenir de los actos de Poder debe tener siempre en cuenta aquella dramática reflexión de Jerjes, Rey de Persia cuando arengaba a sus tropas minutos antes de la mas grande batalla de su imperio: “ni yo, -dijo- ni uno solo de mis soldados estará vivo dentro de cien años” lo que buscaba era que sus obras le sobrevivieran más allá de lo minúsculo de las coyunturas aunque se tratara de una gran batalla. El sentimiento de lo perecedero, de lo temporal nos muestra lo peligroso que puede ser dar por sentado el carácter eterno de nuestros actos y actuar en función de esa intuición equivocada. Mañana nomas todos habremos pasado a la historia y en ese momento el juicio será diferente, y definitorio.
No es que uno se oponga a los cambios pues esto sería absolutamente anacrónico, sino la certeza de que la posibilidad de hacer transformaciones en un momento de la historia suele tener un efecto embriagador, emborracha, nubla la visibilidad y genera utopías en el escenario de lo imposible. Diseña el error del inmediatismo y evita la enmienda. Acelera las pasiones que son siempre actos de hombre y por tanto totalmente temporales.
Sucede que al restituirse con claridad el horizonte y hacerse visible el conjunto de posibilidades y disyuntivas que cada periodo posee, las propias clases sociales identifican con facilidad el rol que les tocó vivir, en los hechos, aún cuando estos periodos oscurecen al punto de llevar a las naciones al fascismo, como paso en la Italia del siglo pasado, el horizonte se restituye y queda atrás como un “paréntesis en la historia” Aquellos regímenes que no pueden catalogarse como meros “paréntesis” fueron los que actuaron mirando el horizonte grande de la historia, quizá la mayor representación de ello se encarne en el esplendor de Mandela. Ni uno solo de sus actos obedecía a su periodo, gobernó en el futuro y ya sabemos la grandeza del resultado.
Todas las naciones del planeta en algún momento de su historia sintieron que los horizontes se habían transformado de tal manera que el conjunto de las funciones que cada uno de los sectores sociales ejecutaba, había avanzado de una forma irreversible, y aunque es cierto que en historia no hay retorno, proponerse restituir horizontes visibles y disipar las sombras no necesariamente significa un retroceso, puede ser la búsqueda de un nuevo equilibro en condiciones nuevas y diferentes. Quienes exigen esta transparencia y estos grados de certidumbre no necesariamente son reaccionarios, neoliberales o antidemocráticos. El principio que actúa en el devenir de los actos de Poder debe tener siempre en cuenta aquella dramática reflexión de Jerjes, Rey de Persia cuando arengaba a sus tropas minutos antes de la mas grande batalla de su imperio: “ni yo, -dijo- ni uno solo de mis soldados estará vivo dentro de cien años” lo que buscaba era que sus obras le sobrevivieran más allá de lo minúsculo de las coyunturas aunque se tratara de una gran batalla. El sentimiento de lo perecedero, de lo temporal nos muestra lo peligroso que puede ser dar por sentado el carácter eterno de nuestros actos y actuar en función de esa intuición equivocada. Mañana nomas todos habremos pasado a la historia y en ese momento el juicio será diferente, y definitorio.
No es que uno se oponga a los cambios pues esto sería absolutamente anacrónico, sino la certeza de que la posibilidad de hacer transformaciones en un momento de la historia suele tener un efecto embriagador, emborracha, nubla la visibilidad y genera utopías en el escenario de lo imposible. Diseña el error del inmediatismo y evita la enmienda. Acelera las pasiones que son siempre actos de hombre y por tanto totalmente temporales.
Sucede que al restituirse con claridad el horizonte y hacerse visible el conjunto de posibilidades y disyuntivas que cada periodo posee, las propias clases sociales identifican con facilidad el rol que les tocó vivir, en los hechos, aún cuando estos periodos oscurecen al punto de llevar a las naciones al fascismo, como paso en la Italia del siglo pasado, el horizonte se restituye y queda atrás como un “paréntesis en la historia” Aquellos regímenes que no pueden catalogarse como meros “paréntesis” fueron los que actuaron mirando el horizonte grande de la historia, quizá la mayor representación de ello se encarne en el esplendor de Mandela. Ni uno solo de sus actos obedecía a su periodo, gobernó en el futuro y ya sabemos la grandeza del resultado.
1 comentario:
Renzo:
Coincido con el total de tu post en este tu interesante blog. Pero siendo un poco el abogado del diablo, considero que existen (o habían existido) demasiados temas pendientes en el país que debían ser resueltos. Han aflorado los viejos y seculares problemas (nunca resueltos) de un país diverso que era necesario plantearlos para su resolución parcial sino definitiva. Era una tarea impostergable. No obstante, el aprovecharse de ese escenario (de manera corto plazista)como lo vienen haciendo los sujetos vigentes en el actual espacio público boliviano, frenan cualquier posibilidad de avance hacia un futuro soñado por todos. El actual proceso aún tiene la posibilidad de ser el proceso histórico para proyectar al país hacia una viabilidad deseada, no obstante, tanto gobernantes como los sujetos opositores están cometiendo el tremendo error de llegar a nuevos empates, para provocar una salida pactada o bien la salida violenta. En ambos escenarios, el castigado será el futuro de todos.
Un abrazo y felicidades por tu blog. Sera desde ahora, la visita imprescindible, para alimentar el debate.
Me permito tomar tu post para subirlo en el Diario Hispano Boliviano: www.diariohispanoboliviano.com
Eduardo Subieta
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