jueves, 24 de julio de 2008

La democracia despótica


Ya parece claro que la disputa entre oficialismo y oposición versa sobre la naturaleza del Estado y en consecuencia sobre los contenidos que éste debe observar. En principio es bueno establecer que la gestión de Evo Morales incorpora una visión indigenista en la perspectiva de un socialismo aún poco definido. Excepto los enunciados esporádicos de su promotor, el dictador venezolano Chávez, poco se sabe sobre las dimensiones y alcance de esta novísima forma de estructuración económica y social, en todo caso, el gobierno ha dado suficientes muestras de su adhesión ideológica a ella, lo que da sentido a su propio accionar en la gestión de gobierno.

Una auditoria política sobre el régimen diría que se trata de un gobierno indígena-fundamentalista por su posición frete a la historia, “socialista” (en el errático sentido chavista del termino) en referencia a su contenido ideológico y marcado por una dosis totalitaria en cuanto a la forma y estilo de administración del Poder del Estado, empero, al no tratarse de un régimen desembozadamente autoritario cabe calificarlo al menos de una democracia despótica.
Esto se evidencia cuando nos percatamos que para la mayoría de los artífices del proyecto masista, los términos dictador, totalitario y eventualmente déspota resulta poco apropiados en tanto no dan cuenta de lo que son o de lo que pretenden ser, como contraparte y con mayor claridad se evidencia su desprecio por la democracia y sus instituciones. En una dualidad propia de éste tipo de regímenes, la democracia termina siendo un recurso que en una época sellada por el signo de la libertad suele ser inconveniente, de ahí que no se requiere mucha cultura política para notar en los militantes del partido de gobierno, una suerte de desdén revanchista frente a los derechos individuales y colectivos de la ciudadanía que, puestos bajo esta lógica, solo alcanzan el grado de prebendas neoliberales propias de un mestizaje civilizatorio carente de identidad.
En este contexto, la apelación a la democracia es más bien un pretexto en el desplazamiento de acciones despóticas que una certeza ideológica, en los hechos, la dejaron en la papelera de reciclaje apenas se hicieron del Poder. A pesar de esto resulta muy complicado deshacerse de ella, particularmente porque es su mejor producto de exportación, y como tal, a Europa va en envoltorio de lujo aunque solo queden los desechos para el consumo interno

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