lunes, 8 de septiembre de 2008

La Lógica del Desastre


Es posible que una sociedad posea una clase dirigente con una visión tan pobre de la historia, que finalmente nunca pueda reconocer el limite entre la normalidad y el abismo, quiere decir esto que sus horizontes son ahora milimétricos. Es también posible que un gobierno sea tan pequeño frente a los desafíos de la historia, que termine –aún sin una clara conciencia de ello- complotando contra si mismo. Cuando sucede esto, se alcanza un punto en que todos los actos estatales no logran otra cosa que sea un círculo vicioso; todo lo que se hace para restituir el orden general mayor desorden. Para entonces todo encuentra un punto de no retorno, de manera que las acciones pueden ejecutarse independientemente de su naturaleza pues ya no interesa si son buenas o malas, si benefician o perjudican, si enmiendan o agravan, simplemente ya no son útiles y se han desligado de la imagen societal que se posee sobre el proceso mismo, por ésta vía, todos los discursos entran en desuso, se han transformado en expresiones huecas que giran sobre si mismas invirtiendo su significado: si se dice que esto es blanco todos entenderán que es negro, si en los procesos de concertación se firma un convenio se habrá consumado su rechazo, si se pretende avanzar el resultado será un inminente retroceso, en suma, la realidad a colapsado sobre el eje implacable de los contrarios, una suerte de dialéctica global cuyo resultado es siempre inverso.

¿Cómo pudo llegarse a este extremo? ¿Que ha sido tan poderosamente dañado como para invertir los significados, revertir los ordenes, trastocar los discursos y desterrar las razones? Esto solo es posible cuando desmoronado el Estado se alzan victoriosas las voluntades individuales, de suerte que los acontecimientos no obedecen a una lógica de Estado, sino, al estallido de la subjetividad individual.

En ésas condiciones todos pueden acosar el Estado y hasta ponerlo en crisis pues ya no se necesitan multitudes, sólo 12 ciudadanos paralizan la ciudad, una mujer en huelga de hambre, un anciano desesperado, un estudiante en crisis, cualquiera es capaz de detener una estrategia estatal o movilizar todo el aparato de gobierno; ministros, viceministros, directores, mediadores, instituciones, sacerdotes, voluntarios etc. todo se altera porque instalada la protesta no tiene opción de retroceso y por tanto, independientemente de sus propias consecuencias la acción está condenada a avanzar, para cuando se detiene, el orden se ha alterado de tal manera que las consecuencias ya son irreversibles.

Es posible por tanto que un país como el nuestro, -cuyo principio de funcionamiento es siempre la tensión- instaure procesos circulares. Quizá este sea el modo en que la sociedad boliviana reformuló el espíritu altoperuano e instalo en el núcleo mismo de la historia nacional la lógica del desastre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta bueno el analisis de esta pescadilla que se muerde la cola. Ahora mi querido Renzo debemos ir (compo dicen mis amigos españoles) A POR LA PROPUESTA.