martes, 29 de septiembre de 2009

Totalitarismo y Fascismo

En los últimos años el surgimiento de algunos regímenes con una notoria aversión a los sistemas democráticos y un sistemático ataque a sus instituciones han puesto nuevamente en el tapete las discusiones académicas en torno a la naturaleza de estos regímenes. El estilo de gobierno de Chaves por ejemplo y los cada vez más agresivos impulsos del presidente ecuatoriano Correa o de Evo Morales, traslucen una suerte de populismo que plantea un serio repaso de las categorías políticas y los calificativos que les corresponden.
En esta línea de reflexión, cabe notar que para una buena parte de los críticos de estos regímenes, cada gobierno -a su manera- puede ser descrito como una dictadura, en consecuencia el calificativo más frecuente por parte de la oposición en cada uno de ellos hace hincapié en tacharlos de totalitarios. Se suma a esto el que los politólogos modernos sostienen que los términos nazismo y fascismo, se crearon como alternativa para diferenciar un tipo de totalitarismo peculiar: el estalinismo, de hecho a mediados del siglo pasado un eminente pensador calificó el régimen soviético como “fascismo rojo”. (Lipset; 1956), por su parte Stanley Payne considera que "es probable que el término fascismo sea el más vago de los términos políticos contemporáneos", y recomienda “mucha cautela”, pues, “los movimientos fascistas diferían entre si en tantos aspectos, como características nuevas y notables tenían en común” (2006) resulta que la cautela en el calificativo tiene razones profundas, en todo caso, los especialistas están de acuerdo en que un gobierno fascista debería mostrar con cierta claridad una profunda vocación por “crear un estado nacionalista autoritario no basado únicamente en principios ni modelos tradicionales”, esforzarse por “organizar algún tipo nuevo de estructura económica nacional integrada, regulada y pluriclasista”, establecer un “cambio radical en la relación de la nación con otras potencias” y llevar adelante la “defensa específica de un credo idealista y voluntarista, que normalmente implicaba una tentativa de realizar una nueva forma de cultura secular, moderna y auto-determinada” traducida como un esfuerzo enorme por homogeneizar la sociedad en torno a conceptos universales, como el de raza, o credo. En su versión clásica, los fascismos del siglo XX fueron profundamente antiliberales, anticomunistas y como decían ellos, anticonservadores. En todos los casos el “anti” era siempre estratégicamente transable.
En función de esos atributos para el fascismo resultó siempre importante el manejo de símbolos, y una ampulosa coreografía política, la movilización de las masas, una disposición positiva del uso de la violencia, –Mussolini hablaba del “partido milicia”- una “exaltación de la juventud sobre otras fasces de la vida con hincapié en el conflicto entre generaciones” y una marcada tendencia a privilegiar un estilo de mando personal, autoritario y carismático. Por su lado, Gentile ha hecho notar que los procesos fascistas no se sometían a un concepto rígido de ideología, "un concepto rígidamente lógico de ideología es poco adecuado para comprender el conjunto de ideas y mitos de un fenómeno político como el fascismo” –decía- particularmente porque "el fascismo tuvo como principio de su ideología la crítica de las ideologías”. Se trataba de movimientos típicamente “anti ideológicos”, la acción pragmática más allá de cualquier norma se anteponía a cualquier otro criterio. En sus versiones más elaboradas, entrañaba una “revolución espiritual” basada en la destrucción del otro o en la supresión de todo aquello que suponía para ellos una, “perversión del ánimo” de ahí su obsesión por construir “el hombre nuevo” asimilado a la idea absurda de la “raza pura”. En el contexto más pragmático de los regímenes totalitarios de éste corte, suele hacerse notar su desprecio por la democracia, la utilización de grupos de choque y una amplia utilización de medios masivos de comunicación, no debe olvidarse al respecto que Gobbels es el primer político en comprender y utilizar el poder de los mass media.Si bien esta es una referencia precaria de la naturaleza del totalitarismo y su versión fascista, esta claro que plantea la necesidad de repensar estas categorías en función de la actualidad que nos rodea, de ahí el interés por llevar estas líneas a las páginas de este prestigioso periódico.

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