jueves, 29 de mayo de 2008

Sucre, Ideología o Raza


El hecho de que el gobierno hubiera articulado todo un poderoso aparato comunicacional que divulgue los acontecimientos del 24 de Mayo en Sucre, catalogándolos como una acción racista, constituye una victoria política del gobierno en la medida en que, al tipificarlo como una acción de raza lo despojó de cualquier contenido político-ideológico; a los ojos del mundo, que es donde se dirige la campaña, el presidente Morales es nuevamente víctima de una discriminación racista.

La estrategia se fundamenta en la certidumbre de que, el enemigo allá no puede identificarse, (como en el oriente) bajo el rótulo genérico de “oligarquía” en tanto se trata de una ciudad de población empobrecida en todos sus estratos, frente a esto, la noción de raza resulta eficiente y además, de alto impacto.

El que quienes hubieran capturado a los campesinos masistas sean jóvenes universitarios y clases medias empobrecidas, habla más de un movimiento de naturaleza política cuyo objetivo en ningún caso está movido por intensiones u objetivos racistas, se instrumenta como un movimiento destinado a evitar el ingreso del presidente de la república a la ciudad, tenaz oposición producto de los incuestionables errores políticos del gobierno y las secuelas de aquellos luctuosos acontecimientos que cegaron tres vidas en noviembre del año pasado, de manera que, si los bandos en conflicto están formados por campesinos (trasladados por el MAS bajo la dirección de un viceministro y dirigentes locales del partido de gobierno) y citadinos, la progresión de los hechos sólo puede interpretarse como un acontecimiento propio del enfrentamiento de dos bandos en pos de intereses: por un lado, la urgencia del gobierno por recuperar soberanía en ese departamento a mas de socavar el poder de la resistencia regional y cívica, y por el otro, la necesidad del Comité Interinstitucional de reafirmar una postura cívica en franca oposición al régimen actual. Esto es, a todas luces, un conflicto de naturaleza política entre ciudadanos de extracción social diferente, catalogarlo como una acción racista es únicamente un movimiento estratégico que les permitió a Evo Morales y García Linera sacar ventaja de la derrota.
Si la lógica que guía la campaña internacional orquestada sobre el tema fuera correcta, habría que concluir que la derrota de Boquerón en la Guerra del Chaco fue un acto racista protagonizado por las clases medias mestizas paraguayas frente a los indígenas andinos del altiplano boliviano, juicio que sería un absurdo completo, se trató de una batalla con actores eventualmente diferentes.
En cada departamento, y dependiendo de los factores sociales que intervengan y el grado de desarrollo de sus fuerzas políticas, económicas y productivas, el argumento será diferente. La estrategia enseña que cada realidad socio-económica posee sus propios demonios; los “oligarcas aceiteros”, la “burguesía agroindustrial”, los “neoliberales” la “logia” y finalmente “la raza”. En todos los casos se trata de lo mismo; derrotar al adversario ideológico e imponer una visión societal y un modelo político totalitario y de corte fascista independientemente de que los actores del fortuito enfrentamiento sean campesinos, clases medias, oligarcas, cubanos o venezolanos. Todo depende de quienes se movilizan y de quienes son movilizados.
Los sucesos de Sucre -deplorables desde cualquier punto de vista- son la expresión final de una estrategia política que enfrentará a quien pueda en la perspectiva aniquiladora que lleva adelante el régimen de Morales-Linera. No interesa si los actores del enfrentamiento son “logieros” o “racistas”, lo que interesa, más allá del rótulo que mejor se acomode, es derrotar todas las formas e instituciones que resisten al gobierno y que no comparten su visión de sociedad.

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