jueves, 19 de julio de 2007

El Estado y las Universidades Públicas


Hasta no hace mucho la universidad boliviana solo se tensionaba como reacción a condicionantes externos, la mayor de las veces ligados la gestión presupuestaria. Hubo un tiempo en que de forma literal constituyo “la caja de resonancia” de la sociedad boliviana y su participación fue definitoria en los momentos cruciales de la historia, particularmente después de la Guerra del Chaco. Las cosas cambiaron. El advenimiento de la democracia y el desplazamiento de los movimientos de izquierda a lo largo de veinte años de gobiernos liberales, junto a la debacle del socialismo real, dejaron a las universidades en el limbo; estaban ahí sin saber que hacer. Ese fue el principio de la perdida de derroteros. Durante el proceso que concluyo con la Revolución Nacional la participación universitaria fue vital, lo que no significa que hubiera sido correcta pues se equivoco el 46 con el colgamiento de Villarroel y se volvió a equivocar con la Asamblea Popular, y luego con Siles Zuazo, pero eso ya es historia pasada, las fuerzas que ahora se movilizan en su interior no se perfilan como elementos interpeladotes de la realidad nacional en su conjunto, a pesar del reverdecer de las ideologías y el regreso de la política, los universitarios tienen prioridades mas próximas: su propia realidad. Esta vez no están equivocados.

En efecto, la crisis que ha sacudido universidades tan importantes como la de San Simón, la Gabriel René Moreno o la Tomás Frías de Potosí, aunque reflejan los profundos cambios por los que atraviesa el país, son la eclosión de la necesidad de actualizar sus funciones y reajustar sus estructuras hacia adentro. Las grandes acciones no tiene ya como interlocutor –al menos de momento- el Estado o la sociedad civil, sino, de forma totalmente diferente a las anteriores, la propia comunidad académica. Que los universitarios se pregunten sobre el uso de los recursos y cuestionen la calidad de sus catedráticos es solo la punta de un iceberg cuyos filones arraigan en una seria reflexión sobre la naturaleza de los principios que la rigen y los mecanismos que hacen posible la universidad actual. Finalmente se interrogan las razones profundas.

Cuando uno dice esto, en cualquier círculo académico de inmediato se sospecha que se pretende afectar la autonomía. Es otro de los típicos problemas de la universidad. Hay que partir advirtiendo que esa no es ni de lejos la intensión, pues la autonomía es intocable porque es la única garantía en la preservación de su rol, sin ella no es posible cumplir en cabalidad el rol critico inherente al conocimiento científico en cualquiera de sus vertientes y ramas del saber, pero ello, no puede ser un escollo a la hora de aceptar que así como cambia el mundo, la ciencia, la sociedad, el conocimiento, etc. tiene que cambiar la universidad. Repensar no es sinónimo de eliminar, es más, ni siquiera son equivalentes. En su correcta acepción, repensar incorpora en nuestra visión la noción de cualificar, no repensamos para retroceder sino mas bien para avanzar.

Los actuales movimientos universitarios son un claro síntoma de que la universidad requiere ajustarse a los nuevos tiempos, y es prudente y además necesario asumir estos desafíos como una acción nacida de las entrañas del claustro, y no arriesgarse a que cualquier gobierno se atreva a afectarla bajo el colorido sortilegio de la política.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parerec un buen blog. buenicimo
te felicito renco